La madrugada del 16 de enero, un incendio por rayo en los altos de Mogán, en el Espacio Natural Protegido conocido como Monumento Natural de Tauro, activó a los servicios de extinción del Cabildo. Este incendio fue un incendio singular ya que, a diferencia de la mayoría, se produjo por causas naturales, un rayo, lo cual no suele ser habitual.
Gran Canaria lleva millones de años afectada por incendios forestales generados por rayos y volcanes. Esto ha hecho que, a pesar de lo que se pueda pensar, muchos de los ecosistemas insulares están adaptados a este tipo de fenómenos naturales.
La primera pregunta que surge es ¿Puede un incendio forestal ser beneficioso para el pinar canario? Para empezar, hay que tener en cuenta que los incendios por rayo son diferentes a los demás. En Canarias, a diferencia de la península con sus tormentas secas, los rayos vienen asociados generalmente a borrascas atlánticas, fuera de la época estival y normalmente con el tiempo húmedo. Eso genera unos incendios con una llama muy pequeña, que se conocen como incendios de baja intensidad. Este tipo de incendios casi no afectan a la vegetación, ya que está muy hidratada, y queman únicamente la parte superficial del manto de pinocha, con lo que reducen su grosor. Paradójicamente, al apagar estos incendios naturales estamos eliminado ese proceso natural y favoreciendo la acumulación de pinocha, que se convierte en combustible forestal disponible para futuros grandes incendios de alta intensidad.
Por otra parte, aunque podríamos pensar que el pinar canario es un bosque cerrado, la larga historia de incendios forestales ha producido aperturas en nuestros pinares, de manera tan recurrente que han evolucionado especies que ni siquiera podrían vivir dentro del bosque. Esos espacios abiertos dan la oportunidad a plantas, muchas de ellas endémicas, a las que les gusta la luz. En consecuencia, sin esos incendios naturales, nuestro paisaje sería más pobre en especies.
Podríamos poner muchos ejemplos de especies a las que les gusta la luz. Como el tomillón de Tamadaba (Micromeria pineolens), especie endémica y amenazada de Gran Canaria que sobrevivía bajo la sombra del pinar, de su sotobosque y de la gruesa capa de pinocha y que después del incendio de 2019, al entrar luz en el interior del pinar, vio incrementada su población.
Los incendios naturales producidos por rayo representan así un proceso ecológico en el pinar canario. Además de los beneficios al ecosistema que hemos nombrado, la normativa ambiental de muchos espacios naturales protegidos establece que hay que mantener los procesos ecológicos esenciales. Entonces, ¿deberíamos apagar los incendios forestales naturales en época de bajo riesgo?
En algunos parques nacionales de Estados Unidos llevan estudiando el papel del fuego en los ecosistemas, la ciencia llamada piroecología, y saben de la importancia que tiene en el mantenimiento de la dinámica del ecosistema. En los bosques de secuoyas de la costa californiana, sometidos frecuentemente a incendios por rayos, los servicios de extinción vigilan esos incendios, pero no los apagan, siempre que se mantengan en unos rangos y lugares determinados.
Es evidente que Gran Canaria es diferente a esos enormes territorios y ecosistemas americanos. Además, los incendios forestales en la isla con cada vez menos frecuentes debido al aumento de antenas y pararrayos. Varios de los puntos más altos de Gran Canaria como el Pico de La Bandera, Montaña de los Moriscos, Pico de Las Nieves, o Montaña de Alsándara, entre otros, tienen infraestructuras de ese tipo. Eso y la efectividad de los servicios extinción están eliminando el régimen natural de incendios en el pinar canario y por tanto también sus efectos beneficiosos.
¿Cómo podemos entonces recrear ese tipo de incendios naturales de baja intensidad?
En un territorio tan densamente poblado como Gran Canaria, resulta arriesgado no apagar los incendios forestales -sean o no de origen natural- por el riesgo de afección a infraestructuras y a la seguridad ciudadana que comportan.
Ante esta situación, las quemas prescritas, realizadas por personal especializado del Cabildo, imitan los fuegos de baja intensidad que, de manera natural, ocurren en la naturaleza en los meses húmedos, y son fundamentales para reducir la capa de pinocha en lugares estratégicos, con lo que mejora la biodiversidad y se previenen así los grandes incendios forestales.